miércoles, 4 de enero de 2012

Los caminos en España.

La red actual de carreteras de nuestro país está basada fundamentalmente en la que se perfilo durante los siglos xv-xvii, lo cual, a su vez, tuvo su origen en las calzadas romanas. Este artículo que a continuación voy a redactar se dedica a establecer las relaciones entre las carreteras y caminos actuales y los del siglo XVI. Esta redacción la realizo voluntariamente y está inspirada en el libro “Historia de los caminos de España” de Uriol  y del  "Repertorio de Villuga" entre otras fuentes.

Es un tópico, en materia de caminos, afirmar que las carreteras que hoy día tenemos vayan por los mismos pagos que fueron en su día las calzadas construidas por los romanos en España.

A lo largo de las calzadas romanas, serían muy numerosos los puentes, pontones y alcantarillas, “ya que la ingeniería romana resolvía, en general, el cruce de los ríos, con obras de fábrica cuya técnica conocían bien” . Sin embargo, el carácter estratégico y militar (aún cuando fuesen utilizadas profusamente para que el comercio y el traslado de personal de un punto a otro) hacía que su trazado (aunque rectilíneo en lo posible) admitiera fuentes pendientes que dificultaban el movimiento de las pesadas carreteras de la época.
Recientemente, ha aparecido una nueva corriente historiográfica que pone en cuestión la sección tipo, “a la romana”, que hemos descrito anteriormente, y que basándose en estudios arqueológicos, nos presenta una muy distinta sección para los firmes romanos. Siguiendo a esta corriente, representada en España por el ingeniero técnico de caminos, D. Isaac Moreno Gallo, el enlosado de las calzadas romanas, solo se hacía en las calles de las ciudades, y en todo caso, en las vías cuando atravesaban núcleos urbanos.
Conocemos los caminos existentes en la época gracias al Repertorio de viajeros, de los que el más importante y el primero de ellos es el “Repertorio de todos los Caminos en el que allarán qualquier viaje que quieran andar muy provechoso para todos los caminantes. Compuesto por Pero Juan de Villuga, valenciano” Esta guía se publicaba en Medina del Campo, en 1546, conteniendo un total de ciento treinta y nueve itinerarios, equivalentes a unos 18.000 Km. Por otro lado, el trazado de la red de caminos detallados el citado repertorio, recuerda sensiblemente a la red de calzadas romanas, con las que coincide en numerosas ocasiones. Por otro lado, destaca como diferencia, la mayor densidad de caminos en el centro de España (coincidente mas o menos con las villas y ciudades que formaban la antigua Castilla la Vieja) como no podía ser menos dado su mayor dinamismo económico y demográfico, así como la nueva red de caminos en el País Vasco, región escasamente colonizada por los romanos. 
En cuanto a la planificación de los caminos, señalaremos, que tanto la construcción de tramos de calzadas nuevas, como la reparación de las mismas, correspondía a los municipios por los que discurrían, y sólo en el caso de obras de gran envergadura podían convertirse éstas en responsabilidad del Consejo Real. Era entonces esta institución la encargada de la autorización consiguiente, así como de arbitrar las contribuciones especiales para sufragar las obras, que de todas formas incidían sobre los municipios afectados.

Dibujos de la sección y perfil de un camino.
Real y Militar Academia de Matemáticas, Barcelona (s. XVIII).
En España y durante el Siglo XVIII, no hubo una normativa general con respecto al ancho que debían tener los caminos reales (en realidad de ninguna de sus características técnicas), por lo que éstos, fuesen radiales o transversales, se construían según los criterios del Director de cada carretera o tramo de la misma. Lejos de las ensoñaciones arbitristas del padre Sarmiento, que llegaba a preconizar un ancho de 200 pies (55,72m.) para las grandes rutas, en nuestro país se llegó como mucho a un ancho de 20 metros para los caminos radiales, hasta disminuirlo, en algunos transversales hasta los tres metros, oscilando en general entre los 7 y los 12 metros entre cunetas. 

Respecto al trazado, una cuestión que resultaba prioritaria en el Siglo XVIII, era el acortamiento de las distancias entre ciudades (como ya se vio) utilizándose, siempre que se podía, “la línea recta”, lo cual tenía como ventaja la eliminación de curvas peligrosas, aunque a veces la consecuencia era las pendientes excesivas, e incluso el aumento del número de puentes necesarios.

A partir de 1749 se construyen los caminos en España con pavimento, buscando la solidez, la aptitud para el paso de coches y carros, y finalmente la mayor comodidad posible para los pasajeros. En este sentido, el de la pavimentación, nunca se olvidó el sistema de “a la romana”, aunque también pronto se llegó a la conclusión de que, siempre partiendo de tal sistema, había que modificarlo, ya que los firmes romanos se consideraban muy caros y aunque de gran duración, excesivamente rígidos, lo que iba en detrimento de la velocidad y comodidad en el transporte de viajeros.



Blanca Galicia Paredes 

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